En diciembre del año 2017, un hombre disparó a matar a una madre y su hijo en una calle de Indiana. Era de noche y las víctimas murieron en el acto. Pero había un testigo que lo vio huir, y aterrorizado, llamó a la policía.
El oficial Stanko Gligic y su perro policía Radar respondieron a esa llamada. Llegaron al último lugar donde se había visto al asesino, y el perro, un pastor alemán bien entrenado, saltó del auto y comenzó a olfatear. Nevaba y hacía mucho frío, pero el animal logró captar el rastro y lo siguió hasta el patio de una casa vacía, en un barrio residencial. El lenguaje corporal de Radar era claro: su objetivo estaba en el cobertizo.
Gligic llamó en alto y ordenó que el criminal tirara su arma y saliera con las manos en alto, pero, como suele pasar en estas ocasiones, no hubo respuesta. El asesino no iba a poner las cosas fáciles, y el oficial se encontraba en una encrucijada. Tomó la radio para llamar refuerzos.
Su perro, no obstante, tenía otras ideas. Radar no estaba por la labor de esperar sin más. Corrió al cobertizo. El criminal no esperaba un ataque frontal de parte de un perro, que lo atacó con fiereza. El asesino perdió el arma durante la lucha, y Radar lo mordió, agarró y arrastró fuera para que su humano pudiera arrestarlo.
Como es de esperar, este pastor alemán recibió una condecoración por su buen trabajo.
Esto es algo que podría haber salido muy mal. Seguro que conoces tristes historias de perros que mueren en actos de heroísmo. No obstante, en este caso todo salió bien, y Radar volvió a casa con su familia, muy feliz por haber hecho un buen trabajo.
Esa es la mejor sensación para los perros: la de un trabajo bien hecho.
Marcos Mendoza
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