He recibido muchos mensajes de condolencias por la muerte de Linda. Estoy muy contento de ver que todos vosotros estáis conmigo, como yo quiero estar con vosotros en cada paso de vuestros perritos.
Lo cierto es que me han animado a hablar un poco más sobre mi chiquita. Quiero que vean cómo era… ¡y los desastres que organizaba! Porque, ¿saben? Ella fue la que me impulsó a aprenderlo todo sobre perros… pero para eso primero tuvo que darme muchos, muchos quebraderos de cabeza.
¡Por ejemplo! Te imaginarás lo primero que hice cuando llegó a mi casa esa bolita de pelo y lametones: le enseñé su nueva casa.
Pero (primer error) no dejé que explorara por su cuenta, sino que, en fin, la fui siguiendo, hablándole. Ahora sé que la puse más nerviosa de lo que estaba, pero era tan linda dando tumbos por todas partes, olisqueándolo todo… Claro, yo no sabía que necesitaba su tiempo para habituarse, que debía dejarla sola y tranquila para explorar. ¡La estaba poniendo muy nerviosa con mi persecución!
¿Y qué pasó entonces? Pues que esa noche cuando me fui a dormir… ¡desastre! No había manera de que se callara. Lloraba todo el tiempo, y ladraba con esos ladridos chiquitines que hacen los cachorros. Adorable al principio, pero luego, ay… Yo tenía que dormir.
Claro, cada vez que Linda lloraba yo corría a su camita para hacerle unas caricias y decirle que no pasaba nada. Entonces paraba, porque se sentía acompañada por la persona que la había estado persiguiendo por toda la casa. Y cuando yo me iba… ¡Volvía a llorar!
¡Qué cantidad de errores el primer día! ¡Le estaba enseñando que llorando obtendría lo que quería! Pero claro, yo eso no lo sabía todavía, y no lo sabría en mucho, mucho tiempo.
Aquella fue una noche muy, muy larga.
Pronto les contaré otros pequeños desastres de mi Linda.
Marcos Mendoza
Creador de Secretos del Adiestramiento Canino