A menudo pensamos que los perros policía, bombero o militar han sido criados específicamente para estos trabajos, que vienen de antiguas líneas de sangre, o en raros casos, que se unen a las fuerzas porque sus dueños ven algo en ellos.
No obstante, en momentos de necesidad, como durante la Segunda Guerra Mundial, también hubo una llamada para reclutar perros soldado. Es el caso de César, un pastor alemán que estaba tan bien entrenado que cargaba la compra desde el mercado hasta la casa de los Glazer, en el Bronx, subiendo las bolsas cuatro pisos por su cuenta.
Efectivamente, era un perro muy bien educado, que entendía nuevas instrucciones deprisa y que siempre estaba dispuesto a trabajar, y encantado de hacerlo.
En aquel momento, sus humanos estaban siendo reclutados uno tras otro, y entonces fue cuando llegó la llamada para perros soldado. Estaba claro: a muchos niveles, César era el perro perfecto, porque era disciplinado, atento, inteligente y valiente.
En seguida este pastor alemán se convirtió en perro mensajero que llevaba cartas o pequeños paquetes de un campamento a otro. No obstante, estaba claro que su valor y su disciplina podía tener uso en otros ámbitos. Pronto fue adiestrado para trabajar en el campo de batalla, donde sus dotes para detectar sonidos u olores salvarían muchas vidas. Y lo hicieron.
Era una de las primeras noches de César como perro de combate cuando se levantó a toda prisa y saltó fuera del lugar donde su controlador, Rufus, estaba durmiendo. El hombre se despertó con el movimiento (él también estaba adiestrado para atender las necesidades del perro en todo momento), y gracias a eso vio que la granada aterrizaba a sus pies. Logró lanzarla lejos y ponerse en pie para combatir.
En medio del combate con las fuerzas enemigas, César desapareció. Rufus tardó un rato en encontrarlo cuando todo acabó, y lo vio acurrucado no muy lejos, con sangre en la boca y tres disparos en el costado. Había luchado valientemente.
¡Pero este no es el fin de la historia! Rufus logró llevar a César hasta el cirujano, que extrajo las balas y le salvó la vida, y el perro, lejos de quedar traumatizado, regresó al servicio activo tres semanas después, porque ayudar a sus humanos era su razón de vivir.
Marcos Mendoza
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