Jonathon viajaba de noche por la carretera en su camión cuando vio a un perro. Era apenas un cachorro, todo patas y orejas, y ladraba y daba vueltas sin rumbo aparente. El hombre sintió mucha lástima. Hacía frío, y aquel no era un buen lugar para un perrito así, de modo que detuvo el camión y bajó.
En el acto, el perro corrió hacia él para saludar y buscar caricias. Era un animalito y alegre y cariñoso. Sin previo aviso, se subió al camión y miró a Jonathon, como diciendo “Bueno, ¿nos vamos a casa?”.
Obviamente, se lo llevó. En su casa estaban su mujer, su hija de diez meses y su otro perro, de seis años, con mucho carácter, así que aisló al recién llegado por seguridad, y al día siguiente lo llevó al veterinario.
Resulta que aquel cachorro callejero era una hembra. La llamaron Maggie y le pusieron todas las vacunas, y siguió en aislamiento una semana. Después fue el momento de las presentaciones.
Jonathon se aseguró de mantener sujeta a Maggie a la hora de presentarle a su hija, ya que era muy pequeña, pero algo milagroso sucedió. La perrita, toda energía y ganas de jugar, era súper gentil con la bebé, le lamió la cara con mucho cuidado y se limitó a olisquearla. Fue ese momento en que el hombre supo que todo iría bien.
¡Y lo fue! Maggie y Leila, la niña, se hicieron inseparables. La perrita siempre fue muy gentil pero igual de alegre y juguetona con ella. Guardaba su máximo ímpetu para el otro perro de la familia, al que adoró en el acto, y para Jonathon, sobre el que siempre quería estar.
Hay muchas historias como estas, de personas con buen corazón que adoptan perritos abandonados y les dan un hogar en el que encajan a la perfección. Pero incluso así, nunca puedo olvidar… que para que esos perros estén en la calle, primero alguien los ha abandonado.
Marcos MendozaPD: Si quieres conocer más historias como esta, no dudes en pasarte por mi página.