Lo peor de la pandemia, con las cuarentenas y todo el mundo encerrado en casa, fue duro para todos. No obstante, hay unas víctimas inocentes de las que se habla poco: los perros. Más concretamente, los perros abandonados.
Estos animales a menudo dependen de la compasión de la gente, que deja comida en la calle. No obstante, casi nadie se preocupaba por estas cosas cuando salir ahí fuera era peligroso y además estaba prohibido salvo para casos muy puntuales.
Aquí es donde entra Ermioni Giannakou, en Grecia. Esta mujer, con algunos de sus compañeros, se subía a la camioneta cada mañana, la llenaba de comida y agua, y conducía por todas partes de la ciudad y las afueras. Buscaba esos perros abandonados que no tenían qué comer, que morirían de hambre si nadie les hacía caso.
En muy poco tiempo, estos animales de la calle, que no conocían el calor humano ni la familia, reconocían el motor de la camioneta y salían de sus escondites corriendo, saltando alegremente, esperando a su humana favorita. Todos la reconocían ya, y todos querían no solo la comida, sino también sus caricias.
Naturalmente, Ermioni y sus compañeros no se saltaban las leyes. Tenían permiso gubernamental para hacer estas rondas, lo que dice mucho del gobierno griego, que se preocupaba por el bienestar no solo de los ciudadanos sino también, y desde luego, de los animales sin hogar. Estas personas se mantuvieron apartadas de otra gente y solo trataron con los perros callejeros.
Incluso después de la cuarentena, estos perros siguen esperando a personas como Ermioni, reconociendo el ruido de los motores y saliendo a su encuentro con la misma alegría que tu perro cuando vuelves a casa de la compra.
En parte, me parece precioso. Por otro lado, me rompe el corazón. ¿Cuándo estos perros tendrán un hogar? Por desgracia, sigue habiendo cientos, miles de animales abandonados cada año, en cualquier parte del mundo, y eso sigue siendo muy triste.
Marcos Mendoza
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