Cada día leo y veo noticias sobre rescates, sobre perros abandonados en los peores lugares, y cómo los voluntarios en las protectoras los recogen, los curan y los limpian, les dan de comer y se ganan su confianza.
Estas son historias enternecedoras sobre esperanza, amor y familia, historias que siempre tienen final feliz. Es el caso de Blue, una pitbull que fue rescatada días antes de dar a luz a trece preciosos cachorritos, tan iguales que tuvieron que ponerles collares de colores para diferenciarlos.
Pero esta es la parte bonita de la historia, ¿no es verdad? La parte en que Blue mejora, tiene a sus bebés, encuentra una familia y es feliz por fin.
No obstante, ¿qué pasa con el principio?
¿De dónde salió Blue?
Pues bien, Blue salió de una casa. No estaba abandonada. No estaba en la calle, comiendo basura para sobrevivir y escondiéndose tras los contenedores, temerosa del contacto humano.
Blue, embarazada de trece cachorros y a pocos días de dar a luz, estaba encadenada en un jardín, con cadenas de verdad, gruesas y pesadas, rodeándole el cuello. Estaba al sol, aislada, sin caseta y sin un cuenco de agua. Cuando la voluntaria de la protectora se acercó a la reja, la perra miró a otro lado, derrotada y sin ánimo de nada. Solo quería dejarse morir, porque no había nada más.
La casa no estaba abandonada: una familia vivía en ella. Y esa familia había atado a su perra en el jardín, embarazadísima y sin prestarle la más mínima atención. Blue estaba a punto de parir, y la habían dejado encadenada, al sol y sin agua. Cuando los voluntarios pidieron llevársela, la familia solo se encogió de hombros y aceptó: ella no les importaba para nada.
Las historias sobre rescates se centran en al parte más bonita, en encontrar al perro, ayudarlo a mejorar y darle una vida digna, pero yo siempre me quedo pensando en lo que viene antes, en la gente que los ha abandonado, traicionado y maltratado. Esas personas nunca serán castigadas por sus actos. Nunca sentirán un gramo de remordimientos. Nunca se arrepentirán de lo que hicieron.
La primera “familia” de Blue siguió con su vida sin volver a pensar en su preciosa pitbull, porque ella no era más que una cosa que descartar cuando les molestaba. Y como este caso hay tantos que podrías llegar a contarlos.
Esta es, para mí, la parte más dolorosa de estas historias… y quizá la más importante, porque mientras la gente pueda hacer estas cosas de manera impune, seguirán haciéndolo. Porque pueden.
¿Y tú qué opinas?
Marcos Mendoza
PD: Si quieres conocer más historias como esta, no dudes en pasarte por mi página.