La historia de hoy no trata sobre el abandono de un perro. Es más bien una mezcla entre indiferencia, desconocimiento y falta de recursos. Nos situamos en África del Sur, con una familia con una pitbull sin castrar que un buen día les vino embarazada y tuvo a sus cachorros en casa. Era una camada nutrida, e hicieron lo que pudieron por los bebés.
Hay que decir que hicieron un buen trabajo con la mayoría. De hecho, muchos de esos cachorros fueron adoptados en buen estado de salud. No obstante, el caso de Calabaza era distinto. Era el más pequeño de la camada, y era completamente acosado por sus hermanos, que no lo dejaban comer, dormir, y a veces ni entrar en la casa.
Calabaza empezó a pasar más y más tiempo en el jardín. Sin comer y con mucho frío, temblaba en un rincón, asustado y helado, y los humanos no sabían cómo arreglar aquella situación: no entendían lo que necesitaban hacer con los otros cachorros o con él. Así pues, llamaron a la protectora local en busca de auxilio.
Los voluntarios fueron a recoger a Calabaza para hacerse cargo de él, y comenzó el proceso de curación de este perrito descuidado. Le dieron amor y calor, baños calientes, comida abundante.
En pocas semanas tenía una panzota enorme de comer tan bien, y comenzó a demostrar un carácter alegre y juguetón: brincaba como un conejo, píaba como un pajarito, y quería jugar con todo lo que se moviera. Calabaza se hizo amigo íntimo de un gato por lo general muy in dependiente, que acabó adorándolo y jugando con él todo el tiempo.
Un año después, este pitbull estaba en su casa definitiva, y había olvidado ya los traumas de su pasado. Era feliz y alegre, tenía compañeros de juegos, incluyendo otro pitbull, y sus humanos lo adoraban.
Así que, ya ves. A veces las tristes historias no están basadas en el abandono o el maltrato. La primera familia de Calabaza no tenía ni idea de perros, y eso es todo. Triste, pero no cruel. Es algo a tener en cuenta.
Marcos Mendoza
PD: Si quieres conocer más historias como esta, no dudes en pasarte por mi página.